30.1.09

Nacido De Hombre Y Mujer

Richard Matheson

X - Hoy cuando apareció la luz mamá me llamó monstruo. Eres un monstruo me dijo. Vi
en los ojos de mamá que estaba enojada. ¿Qué quiere decir monstruo?

Hoy cayó agua de arriba. Cayó por todas partes. Yo la vi. Vi la tierra por la ventanita. La tierra se chupó el agua como una boca que tiene sed. Bebió demasiado y se enfermó y se puso oscura. No me gustó.

Mamá es bonita yo sé. Donde yo duermo con todas las paredes frías alrededor tengo un papel detrás de la estufa. Ahí dice “Estrellas de cine”. En las figuras veo caras como las de mamá y papá. Papá dice que son bonitas. Una vez lo dijo.

Y también mamá dijo. Mamá tan bonita y yo bastante bien. Mírate dijo papá y no tenía una cara buena. Le toqué el brazo y dije está bien papá. Papá se sacudió y se fue donde yo no podía alcanzarlo.

Hoy mamá me sacó la cadena un rato así que pude mirar por la ventanita. Vi el agua que caía de arriba.

XX - Hoy está amarillo arriba. Sé que lo miro y los ojos duelen. Después de mirar el sótano es rojo.

Me parece que eso es la iglesia. Se van de arriba. La máquina grande los traga y camina y ya no está. En la parte de atrás está la mamita. Es mucho más chica que yo. Yo soy grande. Es un secreto pero saqué la cadena de la pared. Puedo ver por la ventanita todo lo que quiero.

Hoy cuando estuvo oscuro me comí la comida y unos bichos. Oí risas arriba. Me gusta saber por qué hay risas. Saqué la cadena de la pared y me la envolví en el cuerpo. Fui despacio a las escaleras. Gritan cuando yo las piso. Las piernas me resbalan porque por las escaleras no camino. Los pies se me pegan a la madera.

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21.1.09

Dog Days

Alec Soth



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28.3.08

Maternidad

Andrés Caicedo

A las vacaciones de quinto de bachillerato salimos con un saldo de muertos. "Es una verdadera tragedia terminar un año marcado por triunfo -la construcción de un nuevo pabellón deportivo, por con la desaparición de seis jóvenes que apenas despuntaban la que seria una brillante carrera", se lamenta el padre rector, en el discurso de clausura. Pepito Torres hizo un viaje repentino Bogotá (faltó a un examen final) y dicen que vino a pie, devorando cuanto hongo mágico encontró a la vera del camino, y al llegar a Cali comenzó a dar escándalo publico por la Sexta, lo agarraron dos policías sin avisar a sus papás, lo metieron en la radiopatrulla en donde murió como un perro, dándose contra las rejas, exhalando por boca y narices un polvito negro. Manolin Camacho y Alfredo Campos, los inseparables, se volaron del colegio y fueron a pasar un viernes de tarde deportiva en el río Pance, hubo crecida, y a los dos días encontraron sus cuerpos "entrelazados", pero el periódico no explicaba como. Tiempo después un campesino encontraría, entre las raíces de un carbonero a la orilla del río, una botella con un manuscrito de Alfredo, redactado compasívamente: "Vemos como crece el río. Es increíble. Es como si viniera a cobrar venganza por el pasado esplendoroso que le quitaron las modernas urbanizaciones. Pero ruge. Recobra su poder. La idea se nos ha ocurrido ambos. No seremos víctimas en vano. Mejoraran los tiempos. Cogidos de la mano caminamos hacia el rìo". Yo nunca pense‚ que las cosas mejorarían así no más. Un mes antes de exámenes finales Diego A. Castro (Castrico) salió con su hermano mayor, Julian, a la bocana del Océano Pacifico. encantaba ese mar de agua, arena, cielo, selva y gentes negras. Ambos habían ganado medallas en intercolegiados, departamentales y nacionales de natación. No fueron a ninguna competencia internacional por el uso de las pepas. Así podían nadar hasta la línea del horizonte, de allí alcanzarla línea que uno podría divisar si llegara al horizonte, y aun la otra. Pero no esa vez. A las pocas brazadas, Julian le resopló que se sentía muy mal, que se devolvía. Castrico, abstraído en sus movimientos parejos sobre las cresticas de cada ola, le dijo que bueno, y siguió nadando. Al regresar, feliz de su inmensa travesía, lo encontró en la playa, muerto, con el pescuezo inflado. Nadie sabe como regresó Castrico a Cali, pero ya se le había atravesado la existencia. Comenzó a buscarle pelea a todo el mundo, en especial a los más amigos de su hermano. Cargó puñal. Viajaba al campo y allá peleaba con machete y ruana envuelta. Lo encerraron en el manicomio y se voló del manicomio reclamando la presencia de su madre. No era más que ella le tuviera al lado su frasco de pepas y Castrico se quedaba calmado, acariciando las flores, jugando con los gatos. Salía a la Sexta una vez cada dos meses, y yo lo veía parado solo, hablando incoherencias sobre todas las mujeres, sonriendo. En la última pepera salió despavorido a buscar pelea, pero murió antes de que se la dieran: quedó como clavado en el suelo, gritó que se le abría el suelo y cayó muerto. Y van cinco.El sexto, Manolín Camacho, es el que más me duele. Mi compañero de pupitre. Solíamos caminar distraídos en los recreos, hablando de paisajes que nos imaginábamos en tres dimensiones de sólo mirar mapas. Nunca había probado ninguna droga, ni en las fiestas bebía. Sólo un sábado. Vaya a saber uno con quién se metió, quién lo invitó, por qué‚ lo vieron recorriendo calles a la velocidad que iba, con la velocidad que iba, con la mirada desencajada, buscando qué, con la piel llena de huecos, insultando ancianas, pateando carros. Murió solo, en un baño cualquiera, esforzándose por vomitar lo que seguro se había tragado inocentemente ahora le cercenaba el coxis, la próstata, el cerebelo. Le dieron una mezcla de analgésico para caballos y líquido de freno para aviones: "es una lástima, una serie así de muertes sin ningún, sin ningún sentido", decía el padre rector. Y yo, agarrado a mi asiento, con una rabia inmensa, sabia que‚ sentido había. Nos habían escogido como primeras víctimas de la decadencia de todo, pero yo no iba a llevar del bulto. "Haré‚ mi afirmación de vida", pensaba, y no sonreí ni una sola de las seis veces que me llamaron para recibir diplomas de matemáticas, historia, religión, inglés, geografía y excelencia. Miraba a ese público compuesto por curas, alumnos y padres de familia, y recibía los aplausos con apretón de dientes. "Haré‚ mi afirmación de vida".

Noche sin Fortuna

Andrés Caicedo

Sentado en mi taburete yo contemplaba: Que Antígona había puesto los codos sobre los flaquitos flaquitos brazos de mi primo, las rodillas sobre sus muslos esmirriados, dejándolo, pues, inmovilizado. Empezó a frotarle las orejas hasta dejárselas rojas y luego se las arrancó a mordiscos. Siguió con la nariz, las encías, luego a lamerle la manzana de Adán, y él no protestaba casi, yo veía como sus ojos giraban por todo ese cuarto, cuadros de sus padres, fotos ampliadísimas de paseos y fincas, fusiles sin balas, yo sentado, asombrado, quieto, sintiendo como mis granos ebullian, contemplando como era devorado mi primo, y ella ni se movía casi, a no ser que su estómago bajara y subiera sobre él en la respiración agitada del que come con hambre.

¿Cuanto haría que ella no comía? ¿Qué pensaría mi primo, le abrí la puerta al primer visitante y me dejó entrar la muerte? Y no la muerte a secas señores, la muerte en esa forma. Luego ella empezó a susurrar las palabras más amorosas del mundo y bajó la mano y le bajó el cierre relámpago de su Blue-jean Levis y tenía el pipí parado! me levanté muerto de celos, patié esa mano que agarraba el miembro en forma de pepino, enorme para su edad.

Mi primo soltó un berrido, ella me voltió a ver con carne blanca y pelos negros en la boca y me alejó con una especie de resoplido de ballena o de tigre y tiburón. "Está bien, está bien",pensé, y me senté de nuevo.Ahora el que hablaba era él.

Decía que le lamiera primero el pecho y que después mordiera, ¿Así?", decía ella, y acto seguido mordía, y él "sí, así", y luego "más duro", y ella "¿más duro qué?", "la lamida, la lamida", decía él, claro, por que la mordida no podía ser, porque cada mordida era duro, debía doler terriblemente. Reloj en mano comprobé cuanto duró la cosa, hasta los huesos, hasta que ella no necesitó agazaparse sino reclinarse como en posición yoga y chupar los fémures, exquisitos, los cartílagos de codos y rodillas, le dio una chupada a cada bola de cada rodilla, no dejó una sola sobra, un solo desperdicio, operación limpísima, limpísimo el esqueleto de Mariátegui mientras yo sentía un río de agua hirviendo adentro y podía avergonzarme del olor que despedía mi piel toda, lista para ser comida, ella respiraba cada vez más espaciadamente y luego se echó sobre el esqueleto y reposó, y yo me paré del taburete inquieto, y te pregunté: "¨Y ahora yo? ¨Y yo qué?". Ella no me contestó: dormía. "Noche sin fortuna"

19.11.07

10.10.07

Considerando en frío, imparcialmente

Cesar Vallejo

Considerando en frío, imparcialmente,
que el hombre es triste, tose y, sin embargo,
se complace en su pecho colorado;
que lo único que hace es componerse
de días;
que es lóbrego mamífero y se peina...

Considerando
que el hombre procede suavemente del trabajo
y repercute jefe, suena subordinado;
que el diagrama del tiempo
es constante diorama en sus medallas
y, a medio abrir, sus ojos estudiaron,
desde lejanos tiempos,
su fórmula famélica de masa...

Comprendiendo sin esfuerzo
que el hombre se queda, a veces, pensando,
como queriendo llorar,
y, sujeto a tenderse como objeto,
se hace buen carpintero, suda, mata
y luego canta, almuerza, se abotona...

Considerando también
que el hombre es en verdad un animal
y, no obstante, al voltear, me da con su tristeza en la cabeza...

Examinando, en fin,
sus encontradas piezas, su retrete,
su desesperación, al terminar su día atroz, borrándolo...

Comprendiendo
que él sabe que le quiero,
que le odio con afecto y me es, en suma, indiferente...

Considerando sus documentos generales
y mirando con lentes aquel certificado
que prueba que nació muy pequeñito...

le hago una seña,
viene,
y le doy un abrazo, emocionado.
¡Qué más da! Emocionado... Emocionado...

27.7.07

José Watanabe (1945-2007)



Imitación de Matsuo Basho

Fuimos rebeldes audaces. Yo la convencí de la nueva moral que ni aún yo tenía, y huimos sin
ceremonia ni consentimiento. Ella trepó ágilmente a la grupa de mi caballo y así cabalgamos
hasta las primeras estribaciones de la sierra. Bordeábamos los poblados y con ramas
desgajadas íbamos cubriendo nuestras huellas. Nos detuvimos en una aldea cuyo nombre
alude a la contemplada limpidez del río que la atraviesa.

Había clara luz de la tarde cuando el posadero nos abrió la pesada puerta de palo. A pesar de
reconocer en él a un hombre sin suspicacias, le mentimos nuestros nombres. Le encargué una
buena habitación para nosotros y cuidados para nuestro caballo. Ella, azorada y hambrienta
mordía a mi lado una manzana.

El cuarto era blanco y olía a resinas de eucalipto. Aunque ofrecido con excesiva modestia por
el posadero, allí hallamos seguridad. Desde el pie de nuestra ventana los trigales ascendían
hasta las faldas riscosas donde pastaban los animales del monte. Las cabras se perseguían
con alegre lascivia y se emparejaban equilibrando peligrosamente sobre las agujas rocosas.
Ella cerró la ventana y yo empecé por desatar su largo cabello.

Fuimos rebeldes y audaces. Sin embargo, ahora nos perdonan nuestras familias y nos
perdonamos nosotros mismos. Nuestro hogar ha sido tardíamente consagrado. Eso es todo.
Nunca traicioné otras grandes verdades porque quizá no las tuve, excepto el amor que me
hizo edificar una casa, excepto el amor que nunca debió edificar una casa.

A veces pienso cabalgar nuevamente hasta esa posada y colgar en su puerta estos versos:

En la cima del risco
retozan el cabrío y su cabra
Abajo, el abismo.



El guardián del hielo


Y coincidimos en el terral
el heladero con su carretilla averiada
y yo
que corría tras los pájaros huidos del fuego
de la zafra.
También coincidió el sol.
En esa situación cómo negarse a un favor llano:
el heladero me pidió cuidar su efímero hielo.

Oh cuidar lo fugaz bajo el sol...

El hielo empezó a derretirse
bajo mi sombra, tan desesperada
como inútil.

Diluyéndose
dibujaba seres esbeltos y primordiales
que sólo un instante tanían firmeza
de cristal de cuarzo
y enseguida eran formas puras
como de montaña o planeta
que se devasta.

No se puede amar lo que tan rápido fuga.
Ama rápido, me dijo el sol.
Y así aprendí, en su ardiente y perverso reino,
a cumplir con la vida:
yo soy el guardián del hielo.

23.7.07

2.7.07

Ese barrio era una gonorrea

Aquí muchos dicen que El Cartucho siempre fue el barrio más caliente de la ciudad. Otros simplemente afirman que “ese barrio era una gonorrea”. Y tienen razón, porque desde la década de los 50, todos los periqueros, chirretes, bazuqueros, jíbaros y marihuaneros comunes, solían surtirse en el barrio que cariñosamente llamaban El Tucho. La gente se preguntaba porqué a sólo cinco cuadras de la Casa de Nariño, residencia del Presidente de la República, se mantenía en pie un barrio de indigentes y porqué se rumoraba que allí una jirafa había sido empeñada por bazuco. El barrio, para pesar de muchos, finalmente fue demolido.

Hace tres años, cuando aún el barrio permanecía vivo, conocí en un fumadero a Gissella, una monumental morena desplazada por la violencia desde los 12 años, que había sido violada por su padre y que no encontró más refugio que El Tucho. Ella fue la que me contó el caso de la jirafa empeñada. Después de 10 años de vivir en el barrio, y sabiendo que tarde o temprano lo demolerían, había decidido “quebrar a ese malparido”, es decir, a su marido desde hacía dos años, que con poco billete para el vicio, había decido arrimarse a una jíbara que controlaba la distribución de perico y susto en el centro de la ciudad. Esa noche Giselle me confesó, empericada como estaba, que se iría de cacería.

-¡Campanero!... ¡Campanero!

Descar completo Barrio Gonorrea

1.7.07

El futuro de Fermín

Rodrigo Parvas

Una niña, aproximadamente con siete años de haber nacido, está adentro de la librería a
la que va a entrar Fermín. Diagonal a la librería y dos pisos arriba está la oficina del
mejor amigo de Fermín. Felipe, no está mirando a la calle, está atento a la dirección que
toma una línea verde que se mueve sobre un fondo negro en la pantalla de su
computador. También piensa en otras cosas. O más bien sueña con ellas. Fermín observa
libros de literatura y filosofía, en sus gustos es muy diferente a Felipe. Tiene en sus
manos Detectives Salvajes. Es una novela de Roberto Bolaño. A Fermín le llama la
atención la narrativa latinoamericana, todo lo que sea en su idioma y sea contemporáneo
es susceptible de ser leído por este ser humano. Alguna vez soñó con ser escritor, esto ya
hace unos años. Ahora sólo lee y tiene un trabajo mediocre. Es suficiente para él. Felipe
anhela algún día tener un millón de dólares. Es posible que tenga mayor perseverancia
con este objetivo que el que tuvo Fermín con su sueño.

Descarga completo Fermín

22.6.07

9.6.07

Pura Sangre

Dir. Luis Ospina. (Col, 1982)





EXT.CALLE – DÍA

INSERTO de un titular de prensa que dice en grandes letras rojas: “¡CAYÓ EL MONSTRUO!.

EVER (en off): Fíjate lo que dice aquí.

En el interior del Dodge morado EVER, con un periódico en la mano, le lee a FLORENCIA y a PERFECTO.

EVER (lee en voz alta): Todo parece indicar que el sádico colombiano Pedro Luis Mosquera, alias “Babalú”, capturado por las autoridades venezolanas y quien confesó friamente que había violado y asesinado a por lo menos 28 niños en ese pais, se trata nada menos que del tenebroso “Monstruo de los Mangonees”, que tuvo a la ciudad de Cali conmovida y convulsionada con una serie de crímenes similares…

INT. ESTACIÓN DE POLICÍA (CARACAS) – DÍA.

DOS POLICIAS VENEZOLANOS sacan de la celda a un hombre negro (BABALÚ) y lo conducen esposado por un corredor hasta una puerta. Sobre estas imágenes seguimos oyendo la noticia del periódico leída por EVER.

VOZ DE EVER (en off): …La captura del siniestro individuo se efectuó en un barrio de San Cristóbal, Venezuela, cuando varias personas lo acusaron de tratar de violar un menor. Las autoridades llegaron en el preciso momento en que los vecinos, armados de machetes y garrotes, amarraban al sádico demente a un poste y lo trataban de ultrajar.

Los DOS POLICÍAS entran con el preso a un cuarto lleno de PERIODISTAS y REPORTEROS DE TELEVISIÓN VENEZOLANOS. Todas las cámaras enfocan a BABALÚ; los fotógrafos lo asaltan con sus flashes y con PREGUNTAS. Los POLICÍAS sientan al preso frente a los reporteros.

UN REPORTERO: Babalú, ¿porqué cometió esos crímenes tan espantosos?

BABALÚ (con tono delirante): Debo manifestarles a todos los oyentes, … a todos los televidentes y al público en general que franca y categóricamente este pueblo ha abusado mucho de mí. No he tenido más que mugre y barro y lo que siempre he ambicionado es el poder. Pero tengo un banco, que ignoro qué clase de banco sea, no? Tal vez un banco de sangre que me abre las puertas pero, talvez por mi timidez o mi falta de espíritu, no entro. No entro porque no me han invitado a entrar.

26.5.07

Valérie Jouve


Más en Valérie

Alheña y azúmbar

Jaime Jaramillo Escobar

Hay muchas frutas que son de negros. Dios les dio a los negros la tierra caliente y las frutas porque Dios tiene predilección por los negros, eso es evidente.
A los blancos los puso en tierras frías para que se resfríen,
pero ellos inventaron la aspirina y las cobijas de lana.
El níspero y el mamey son frutas de negros. Y el zapote también.
Pero lo que pasa es que a los blancos siempre les ha gustado comerse
la comida de los negros. Y la música de los negros.
Y los bailes de los negros. Y las negras de los negros.

Sigamos: mi negra se emperejila, se emperespeja, se aliña,
Con alhucema y albahaca, con cidrón y toronjil,
Con lavanda, con canela, con loción y con anís.
Mi negra tiene un meneo que no cabe por la calle,
Mueve el tacón y la punta del zapato y ese baile
Derrama tantas fragancias que no caben en el aire.
Mi negra es alta y esbelta, muy lucida y bien plantada,
Su cuello es tan largo que anda su cabeza por el aire.
El donaire de mi negra no cabe en ninguna parte.
Mi negra tiene ojos blancos, dientes blancos, calzones blancos,
Calzones en diminutivo, calzoncitos, prendas íntimas…
Yo no sé qué tienen de íntimas si las anda mostrando por todos lados.
Cuando mi negra se desnuda queda completamente desnuda,
No como las blancas que aunque se desnuden siempre tienen algo que las cubre,
aunque sea un concepto. Mi negra no tiene conceptos, ella nació y se crió desnuda,
y por lo tanto no se puede vestir completamente porque mientras más se viste
más desnuda queda.

Mi negra se aceita el codo, se pule el pelo, acicala,
Se emperimbomba, se tiñe, se sahúma, se apercala,
Se va de rumba y regresa cuando está la noche alta.
Yo no sufro por mi negra. ¡Cómo me alegra mirarla!
Mi negra camina en versos de cuatro o cinco tonadas,
Su habla es un canto largo, con las palabras cortadas.
Mi negra es dulce por fuera. Por dentro yo no sé nada.
Por dentro mi negra tiene alguna cosa guardada.

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8.5.07

"...Donde duerme el doble sexo"

Raul Gómez Jattin

La gallina es el animal que lo tiene más caliente
Será porque el gallo no le mete nada
Será porque es muy sexual
y tan ambiciosa que le cabe un huevo
Será porque a ella también le gusta que uno se lo meta
Lo malo es que caga el palo
Pero es en el momento más bacano y el orgasmo es fiebre
¡Loco! Supersexo para mis seis años

A la paloma no le cabe Pero es lindo excitarla
Y hacerse amigo de ella y hacer de ella La Paloma
o sea del palomo el signo sagrado del Amor
Aquel a quien nombro cuando no me duele en demasía
Virgo como un palomo pero penetrable

La pata es imposible La perra no deja y muerde
La cerda sale corriendo La gata ni pensarlo
Chévere la carnera Se queda quieta
La chiva en celo es deliciosa

Se me olvidaba la pava En la alegría sexual
Sale a la calle como la perra a putear
De las aves lo más bacano es el pavo
Todos los pavos son maricas Lo aprietan

Claro que la burra es lo máximo del sexo femenino
Pero la mula lo chupa y la yegua es de lo mejor
Pero...

La cocinera hace de todo Se levanta la falda
Y lo trepa a uno a su pubis Te pone las manos
En las nalgas y te culea en esa ciénaga insondable
De su torpe lujuria de ancha boca

El que se ha comido un burro joven sabe
Que per angostam viam hay más contacto y placer
De entrar con ternura por donde la naturaleza
aparentemente no lo espera Pero que recibe
en su júbilo que no le conozco a la hembra
Todo ese limpio y puro como el amor
entre el mundo y sí mismo Ese culear con
todo lo hermosamente penetrable Ese metérselo
hasta a una mata de plátano Lo hace a uno
Gran Culeador del universo todo culeado
Recordando a Walt Whitman

Hasta que termina uno por dárselo a otro varón
Por amor Uno lo tiene más chiquito que el
palomo.

24.4.07

Los Asesinos...(versión gamba)

Ramiro Cifuentes



La puerta de la tienda “Los Amigos” se abrió y entraron dos tipos que se sentaron en la mesa frente al mostrador.

-¿Qué se les ofrece? -preguntó Jorge.
-Ni idea –contestó uno de ellos-. ¿Qué quiere comer, Aldo?
-No sé –dijo Aldo-. No tengo ni puta idea.

Afuera se hacía oscuro. Las luces de las calle se veían por la ventana. Los tipos sentados en la mesa leían la carta. Desde atrás del mostrador, Nicolás González los miraba. Cuando entraron, estaba charlando con Jorge.

-Una carne asada con papas a la francesa –dijo el primer hombre.
-Ya no nos queda.
-¿Y entonces porqué lo pone en la carta?
-Ese es el menú del almuerzo, que se sirve hasta las seis –explicó Jorge.
-En ese reloj son las cinco treinta –dijo el segundo tipo.
-¡Ah! Es que está adelantado como media hora
-¡Me importa un culo el reloj! –dijo el primero-. ¿Entonces qué tiene para comer?
-Empanadas de carne, pollo y papa…
-Yo quiero pechuga a la plancha con papa salada
-Eso también es del almuerzo.
-Todo lo que queremos pedir es del almuerzo. ¡Después dicen que no hay trabajo!
-Puedo ofrecerles empanadas, huevos cocidos o fritos, papa rellena…
-Déme una empanada de pollo –dijo Aldo. Llevaba una gorra de los Yankees puesta hacia un lado, una camiseta holgada, pantalones anchos y tenis a medio atar. Su rostro era pequeño y blanco y tenía una cicatriz en su labio inferior.
-A mí una de carne –ordenó el otro.

Era mas o menos de la misma estatura que Aldo. Sus caras eran distintas, pero vestían como gemelos. Ambos llevaban camisas y pantalones demasiado grandes para su cuerpo. Estaban con los codos sobre la mesa.

-¿Qué tiene para tomar? –preguntó Aldo.
-Manzana, Colombiana, Coca Cola…
-¡Dije algo para tomar!
-Sólo hay eso.
-Este barrio es una chimba ¿si o qué? –dijo el otro-. ¿Cómo se llama?
-La Esmeralda
-¿Lo había escuchado antes? -preguntó Aldo a su amigo.
-No
-¿Y qué hacen por la noche?
-Comen –replicó su amigo-. Vienen a darse severa comilona.
-¡Eso! – dijo Jorge
-¿Usted cree? –preguntó Aldo a Jorge.
-Claro
-Este man es una abeja ¿si o qué?
-Si –dijo Jorge.
-¡Que vá! No lo es –dijo el más pequeño-. ¿Qué tal esta gonorrea, Aldo?
-Es una güeva –dijo Aldo. Se volvió hacia Nicolás-. ¿Usted como se llama?
-Nicolás
-Otro abeja –dijo Aldo-. ¿Si o qué que es una abeja, Jason?
-En este barrio hay mucha abeja.

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Leer en el metro

María Calle

Leer, leer,leer…
Leer a Pedro Juan Gutiérrez en el metro, justo en esos momentos donde narra tan bien que siento su lengua en mi sexo.
Y pienso – “el arte contemporáneo es el que se esta haciendo ”-
La masa de humanidad sube y baja del vagón,
“Le gusta ver a los pajeros a tres metros, con los ojos desorbitados, matándose. La excita mucho”- me dice Pedro Juan.
La belleza comienza a caerse a pedazos y de la masa empiezo a reconocer el deseo, un cuello musculoso y moreno, unos labios carnosos.
La masa se mueve y de pronto un olor varonil, lo lleva el chavo tímido y silencioso…
Pedro Juan me llama de nuevo, él y Gloria singan en el malecón, y su lengua de nuevo comienza a lamerme, me erizo y recuerdo mi propio polvo en un malecón, el carnaval de Cartagena al fondo, el chico de blanco, excitado y afanado, lame mis senos, los muerde mientras con sus manos quinceañeras me conciente la vagina, mete el dedo, redondea mi clitoris, apretando mis nalgas, yo estoy a punto de explotar, lo subo con fuerza, meto mi lengua en su boca, lo escudriño todo, conecto el chacra y me penetro con su puñal de jade…
El silbido del metro me despierta.
El orgasmo aterriza.
CENTRO MEDICO


Un joven me observa, ha visto mis espasmos, sabe que tengo mi pantalón mojado, me mojo los labios y continuo mi lectura, mi vulva no deja de sacudirse, intento concentrarme en Pedro Juan, pero la mirada del joven me acelera el corazón, levanto los ojos y lo desnudo con una sonrisa.
El es un obrero, tiene la ropa de trabajo, huele a caballo, a sudor de hombre fuerte, tiene unas manos gruesas y agrietadas, me imagino uno de sus dedos trabajadores y fuertes entrando en mi huequito del placer… Su rostro de rasgos pronunciados como una escultura azteca, quemado por el sol, me seduce… deseo tener su nariz entre mis tetas, su olor me recuerda mis primigenios deseos eróticos, cuando tenia 5 años y estaba segura que mi caballo y yo podríamos ser los amantes mas inspirados, su falo erecto es el acto de erotismo mas delicioso de la naturaleza. Por eso no me impresione cuando 10 años después vi una película porno donde la Cicciolina o no se quien, se dejaba penetrar por un toro,- Ohhh!!!! Gloriosa imagen –
Sigue mirándome, mi vagina sigue dilatándose, mi estomago como una licuadora, cierro las piernas y aprieto los labios y el ano, me reacomodo…
Siento como su mirada acaricia mi cuello. Pongo la cabeza de lado para que mentalmente me lama.
Respiro deseo!!!
Una señora gorda y mal encarada se interpone entre nosotros, intento verlo pero es el metro se para.
CHILPANCINGO
La masa pasa, suben y bajan.
Entre la confusión , se que cuando arranque el metro y la señora se siente, él estará ahí. Y seguiremos con el sublime polvo de ojo.
Ya no esta ahí, me ha dejado el coito interruptus.
El libido desciende.
ME BAJO EN LAZARO CARDENAS
El reloj marca las 11:am, llego tarde otra vez…

6.4.07

Mundo de mierda. Imperio ghetto 01 nacimiento

Grupo caleño de Hip-hop
Album “1460 días infernales”.



Impredecibles actos innegables barrios bajos
intangibles no habrán limites
veo el llanto de un país mierdero pueblo guerro
país con gesto de infeliz por muchos muertos
pagó el precio de luto veo llanto
trago amargo en el pantano o en la esquina
sobreviviencia inteligencia o corta vida
por que ya no es mía
no hay derecho mas que policías
rudos para disciplinar veo oscuro
oscuras las puertas todas las salidas.
Coro.
Resignación todos sometidos a la puta de nación
desilusión de un país que nos enseña a ser ladrón.

Que orgullo ni que hijueputas
de un país que no escucha
cansado de buscar y no encontrar
parchado a ver una tarde mas ver caer
ver dañar mentes rigurosas pruebas
en la escuela de las calles carácter guevas
no ha ajustado cuentas culebras deudas
que se convirtieron en tormentas
así es la vida es el precio hay que atenderlas
cayó por necio mala intención
se escapo de la mano se dirige río abajo fue decisión
en secuencia actos malos barrios del barrio son
te enseñare la lección si no caíste no aprendiste
cabroncito te estrellarás duro contra el mundo
solo dizque porque eres hombrecito
yo estoy loco revolución toco tu conciencia
en son de guerra cualquiera espera piensa
se acaba el tiempo eres presa preso del sistema
revolución todos contra la misma puta de nación
no da mas solución
porque esto harto de mi pobreza tu riqueza
de este mundo de mierda tu sonrisa mi miseria
mi pobreza tu riqueza
no hay educación no hay superación
ese es el problema entonces
no hay trabajo ni mierda
farras armas mujeres y peleas paz que pasa
revolución.

Coro.
Por que estoy harto de mi pobreza tu riqueza
de este mundo de mierda de tu sistema
revolución enmicavezaperro.

31.3.07

Gasa

Diego Bustos




Despertarme de nuevo en la oscuridad del cuarto en medio del olor a alcohol y ungüentos de la noche anterior. Ganarle a las gallinas, a los pájaros, sentir el paso sigiloso del tiempo alejándose detrás de la puerta cuando abro lo s ojos. Hacer las cobijas a un lado y comprobar que el frío cuaja en un solo espasmo mi cuerpo, la materia gelatinosa de mis ojos que no ven. Incorporarme lentamente, respirar, poner los pies en el frío baldosín, pararme y moverme en el espacio referencial del cuarto sin tropezar. Recordar cómo lo hice ayer, y antes de ayer. Vestirme. Recoger el punzón sobre la mesa en el punto exacto donde sé que lo dejé anoche. Apretarlo en mi mano antes de guardarlo en el bolsillo de la chaqueta. Recorrer aquella distancia que separa la mesa de la puerta antes que la luz o un gallo me sorprendan. Abrir sin ruido, encontrar en la penumbra la silueta de las mesas colmadas de máquinas. Saberlas cubiertas de un aserrín viejo que sólo alcanzo a oler. Esperar sentado a que amanezca junto a la ventana de este cuarto desnudo, sin siquiera un calendario en la pared, ni siquiera una foto. No oír a los gallos, ni a los pájaros, despertarme con el ronroneo del primer bus que pasa. Verlo acercarse por la ventana. Salir. Cerrar la puerta con cuidado, sin hacer ruido. Subirme allí donde me conocen. No saludar. Permitir que el frío guarde mis manos en los bolsillos de la chaqueta mugrienta. Sentarme y apretar los ojos, apretar las manos, especialmente la izquierda, que no volveré a ver hasta la noche. Ni yo ni nadie. Recorrer el espacio como si nada, llegar a la décima, tener que soportar el peso de mi cuerpo con la diestra y casi caer cuando al balancearme aprovechando la inercia del bus me dejo descolgar bruscamente sobre el asfalto. Verlo alejarse echando humo antes de dar media vuelta y enfrentarme a la corriente migratoria de la calle, tropezar con las personas por no caminar con la cabeza en alto, mirar al suelo y sentir cómo poco a poco los transeúntes nos van abriendo paso, cómo ya casi nadie tropieza con nosotros. Detenerme. Alzar la vista. Comprobar que tengo hambre, que ya es tarde. Dar media vuelta de nuevo y caminar detrás de aquellos que llevaban tan bien abiertos los ojos. Arrellanarme dentro de esta chaqueta, sentir el frío achicharrarse en el espasmo de los músculos apretándose y encontrarme con el frío tacto del punzón en la palma de la mano, inmune a mi calor orgánico. Caminar despacio junto a la corriente migratoria mientras manipulo en el espacio reducido del bolsillo la posición del punzón y le doy vuelta cuidadosamente de tal manera que la punta filosa apunte hacia mi vientre, cuidadoso de no dejar ver a las personas del paradero esta maniobra, estas personas que se van acercando cada vez más con sus rostros helados. Enfilar la punta del punzón por en medio del roto que el bolsillo tiene y que permite que ya sienta su filo encima de la camisa.

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31.1.07

Diez millones de pesos

Oscar Pantoja

Mi mamá se murió de cáncer. Duró cerca de un año sufriendo. El cáncer en el estómago la mató. Yo la vi pudrirse en menos de un año. Mi hermano y mi papá la visitaron muy poco. Fueron al entierro y después volvieron a sus respectivas casas. Yo fui el único que la cuidó. Me quedé viviendo en la casa con ella. Cuando murió creí que iba a ser el dueño de la casa, sólo que ella no había alcanzado a dejar ningún testamento. No se lo reprocho, estaba bastante ocupada con su asqueroso dolor muriéndose. A mí la casa no me preocupaba, pero cuando ella murió fue distinto. La casa empezó a gustarme. Claudia venía a verme y se quedaba conmigo. Con ella empecé a usar la cocina, la sala, el dormitorio de mamá. Vivíamos en el segundo piso, donde ella siempre había vivido. Me sentía tranquilo. Mis amigos me visitaban y de vez en cuando nos tomábamos unos tragos y nos fumábamos unos porros de marihuana. También hacía asados en la terraza. Era un gran programa. Arrendé el primer piso que estaba desocupado. Se lo arrendé a una muchacha que tenía dos niños y el marido la había abandonado. Estuvo cerca de un año viviendo en el apartamento y sólo me pagó dos meses de arriendo. A mí la plata del arriendo no me importaba, en el fondo lo que quería era ayudarla. Yo tenía trabajo y no tenía problemas de dinero. Con lo que ganaba me alcanzaba para pagar los recibos y los impuestos de la casa. Andaba contento con Claudia, mis amigos y la casa.





Un día me llamó mi hermano. Había pasado casi un año desde la muerte de mamá. Mi hermano es el mayor, sólo somos los dos. Está casado y tiene tres hijos. Trabaja como ingeniero eléctrico. Me saludó y me preguntó sobre lo que estaba haciendo. Le dije que estaba trabajando en lo mismo de siempre, vendiendo repuestos para máquinas de oficina. Me preguntó por la casa, dijo que teníamos que arreglar lo de la herencia y me propuso venderme su parte. Yo le pregunté cuánto costaba. Dijo que lo iba a pensar y luego me llamaba. Después nos despedimos. Me quedó sonando lo de comprarle su parte, el problema era que tenía muy poco dinero ahorrado. Empecé a trabajar duro para lograr un capital y meterlo a un banco. Pensé en pedir un préstamo en el banco. Le conté a Claudia y ella me apoyó. A algunos amigos también les conté y ellos se alegraron.

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30.11.06

Litio

Oscar Pantoja

¿Cómo pude ser tan imbécil? Eran las dos últimas pastillas que me quedaban. Desesperado me arrodillé al lado del inodoro. Metí la mano con asco a pesar de estar el agua azul, era lo único que podía hacer, pero fue inútil. Desaparecieron. Sentí horror, como si hubiera visto El Exorcista, La Profecía y El Inquilino a la vez. Peor aún. Donde vivo no hay droguerías. Es un barrio residencial. ¡Y eran las seis de la mañana¡ ¿Qué podía hacer? Empecé a ver la realidad distorsionada. Sufro de Síndrome Bipolar, una enfermedad mental leve, pero que si se descuida, termina en esquizofrenia. Me di cuenta que tenía Síndrome Bipolar cuando empecé a sentir que mi gato me espiaba. Tramaba algo. No sé qué era. Hablaba mal de mí y me miraba enojado. Eso no es normal. Que un gato lo espié a uno es normal, pero que hable mal, eso si no. Sospeché desde el principio. Empecé a hacerle el juego, a espiarlo. Era muy astuto, sin embargo descubrí su patraña. Y no era el único que tramaba algo contra mí. Los peces del acuario también. Fue entonces cuando el miedo me atenazó. En la calle los perros me observaban. No pude soportarlo. Fui donde mi siquiatra y le conté que los animales hablaban mal de mí. El me dijo:
—Los animales no hablan.
No le creí.
—Hágase estos exámenes— dijo.
Me los hice. Tenía carencia de Litio.
—No deje de tomar Litio— dijo el médico.




Mi gato dejó de espiarme. Los peces dejaron de hablar de mí. Los perros ya no se reían. Volví a la realidad, pero cuando se cayeron las pastillas en el inodoro, toda la inseguridad del mundo se me vino encima. Me vestí cuidando los más mínimos detalles. Vi a mi gato. Dormía. Vi los peces. Ni siquiera me miraban. A las 7: 30 tenía una reunión con un presidente de una multinacional de empleo. Siempre me abastecía de Litio, por cajas, por docenas, pero ocurre un día en que se te olvida abastecerte. Y eso me pasó. Bajé al garaje sudando. No podía cancelar la cita. No se puede cancelar una cita con un gerente de una multinacional así sea otro gerente. Pisaba cada escalón como si estuviera construido con cáscaras de huevo. No hice ningún ruido al llegar a la planta baja. No quería encontrarme con nadie. Vi la caseta de seguridad. El vigilante estaba de espaldas. Se movía en forma extraña. Me fijé en él. Giró un poco y lo descubrí. Lloraba como un niño. ¿Un vigilante de un metro ochenta llorando como un niño? Sentí escalofrío. Quién sabe qué estupidez le habría ocurrido. Me deslicé sin que me viera. Llegué a mi camioneta. Abrí la puerta y entré. Encendí el motor. Sintonicé la radio. Puse a Wagner. Le di tiempo al vigilante para que se secara las lágrimas. Avancé. Me saludó con su cara roja y una sonrisa postiza. Salí del edificio.

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